Criterios de clasificación

Textura. La textura de una roca ígnea depende fundamentalmente de cómo se haya enfriado el magma.

En las rocas plutónicas, por ejemplo, el lento enfriamiento provoca que todos los minerales formados sean de tamaño parecido, observables a simple vista, y sin orientación alguna; estas características definen una textura holocristalina o granulada.

En las rocas volcánicas, en cambio, la rápida solidificación provoca que los minerales que empiezan a cristalizar no tengan tiempo para crecer, o que los iones del magma no tengan tiempo para ordenarse, formando estructuras cristalinas que se solidifican en estado amorfo o vítreo por lo que las texturas resultantes pueden ser vítreas, microcristalinas o porfídicas (fenocristales en una pasta vítrea o microcristalina).

Composición química. La composición química frecuentemente se da en óxidos porque el elemento más abundante en las rocas ígneas es el óxido, por otro lado, el mineral más abundante de las mismas es el silicato.

El segundo elemento más abundante en las rocas es el silicio, sílice (SiO₂), ya que su contenido global varía entre el 35% y el 80%. Basándose en este criterio se distinguen los siguientes grupos de rocas ígneas:

Silíceas o ácidas, cuando contienen más del 66% de SiO_2.

Básicas o máficas, cuando contienen entre el 45-52% SiO_2.

Ultrabásicas o ultramáficas, cuando tienen menos del 45% SiO_2.

Composición mineralógica. Los minerales ricos en sílice son de colores claros por lo que reciben el nombre de leucocratos, aunque también son denominados félsicos, y no contienen Hierro (Fe) ni Magnesio (Mg), ejemplo de ello son el cuarzo, los feldespatos y la moscovita, que son abundantes en las rocas ácidas. En cambio, los silicatos ricos en Fe y Mg se denominan máficos, son de color oscuro por lo que también se denominan melanocratos, y estos son el olivino, los piroxenos, los anfíboles y la biotita. Estos últimos son más abundantes en rocas básicas.